Una de mis mayores preocupaciones como cristiano ha sido la de poder dar razón de aquello en lo que creo, es decir, ser capaz de dialogar, razonar, ponerme en el lugar de otros para explicar aquello en lo que creo.
Para dar razón, para razonar con otros es necesario dialogar. Ser creyente y dialogar con quien no cree puede verse como algo duro, bajar al terreno de las preguntas del que duda, peor aún! puede ser muy duro, o muy gratificante. Yo siempre lo he visto de esta segunda manera, como una oportunidad personal de plantearme, de interrogarme a partir de las ideas del otro. En mi Iglesia me he encontrado más a menudo con la segunda opción, ¡qué difícil es dialogar! y no me refiero ya al diálogo con quien no cree, sino a la simple exposición de ideas, de costumbres, de práctica cristiana! a veces podemos llegar a descubrir ¡que no tenemos razones! Trabajaré por conseguir una Iglesia que quiera dar razón de lo que cree, y por lo tanto tenga que dialogar.
Y es necesario «razonar», pero puede ocurrir lo contrario, llegar a intelectualizar la fe. Quizá mi blog peque un poco en este aspecto. Estaba pensando hoy, que necesito profundizar un poco es esa parte de «vivencia», ahora necesito enceder más luces, mirar la realidad transfigurada ¿raro eh? En resumen, centrarme un poco más en algo que por mucho intelectualizar, dejan atrás las religiones de hoy, la espiritualidad.