En la teoría de la dinámica de grupos hay un punto que siempre aparece y a mi me ha preocupado especialmente, y es que la propia dinámica del grupo se agota, y el grupo de acaba.
Recordando una asignatura de gestión de empresas donde se hablaba de que un producto podía tener un ciclo de vida en el que en lugar de terminar su curva se volviera a lanzar hacia arriba, pensé que con el ciclo de vida de un grupo podía ocurrir algo similar. Los cambios que se realizaran podrían reiniciar la dinámica y el grupo podría volver a relanzarse sin haberse llegado a detener, continuando de esta forma hacia delante.
Esta teoría la he visto como posibilidad práctica muchos años, donde hemos conseguido que grupos, comunidades juveniles que son Iglesia, continuaban adelante durante muchos años y parecía que se reinventaban a si mismos en las dificultades. Con muchos cambios (reiniciando la dinámica), con sobresaltos, pero sin casi interrupciones el grupo ha funcionado durante cerca de quince años, con muchísmos frutos.
Ahora sin embargo, durante los últimos cuatro o cinco meses, asisto a su desmantelamiento, creía que solo dos o tres presonas nos habíamos dado cuenta. Pero no, es muy patente. De repente todo está agotado. Es como si esta comunidad nunca hubiera existido.
Si de algo me han servido los años en la pastoral es para ver estos acontecimientos sin excesiva gravedad, será lo que Dios quiera, y yo voy a estar para seguir construyendo.
Asitir al proceso de deconstrucción (que no derribo) me está sirviendo para aprender un montón. No sé si existirá alguna forma de revertir el proceso, hay demasiado miedo acumuluado en las personas que hacen que la base sobre la que hemos construido (la sinceridad, el compartir desde lo profundo de nuestras vidas) ya no pueda darse. Mientras tanto, desde la serenidad, intentaré buscar una senda alternativa que nos saque del atasco.
Ojalá la encuentres, la senda. O la encontremos.
Pues sí, eso espero.
(Aunque publicado hoy, el texto de este artículo estaba casi así desde hace más de un mes.)
Aunque publicado hoy, el texto de este artículo estaba casi así desde hace más de un mes.
¡¡¡Sorprendente!!!
Sólo quería añadir que, al final de todo, con las aguas más calmadas! lo único que veo claro es que falta en general un poco (por no decir bastante) esa confianza y esa profundidad en el compartir. No sé si es por miedo, como tú dices, o por otros motivos. No entiendo la palabra miedo, en este caso! Sí entiendo que nos hemos distanciado, en general (tanto en nuestras relaciones personales, como en nuestra manera de ver/pensar/sentir/vivir la fe), por diferentes motivos, y, como no somos robotitos, nos cuesta más compartir que antes, y estar naturales, como se ha dicho! Se ha perdido la confianza. Y creo que NO hay demasiados motivos ocultos, la verdad! O cada vez son menos ocultos, al menos.
Hola de nuevo, decirte, que este grupo pastoral y como tantos se agota, porque no el alma l tenemos dormida y no sentimos con verdadera devoción y fe lo que decimos y practicamos al final acaba consumiéndose.
No hay que caer en la rutina, yo he sido catequista y hay una cosa que me maravillaba y me entristecía a la vez, y es que siempre se decía lo mismo, las mismas ideas, los mismos cuadernillos! y eso acaba muriendo. La fe hay que renovarla, hay que regarla, ha de estar siempre fresca y puesto en Dios. Hay que escuchar a Dios y dejarse llevar por él, y las reuniones entre grupos no caerían en rutina.
Marina