Mientras estuve en la universidad, estaba muy comprometido, dedicando mucho tiempo y esfuerzo a actividades… con el comienzo del trabajo, y la llegada de mis hijos, ha cambiado en parte esa dedicación que comento. Ahora los esfuerzos son familiares (¡y muchos!), no me he rendido aún en nada, y sigo manteniendo mi grado de idealismo al 100%, pero aún así­, me he visto obligado a revisar mi compromiso y repensar seriamente cómo debo materializar mi fe y concretar mi deseo de ser cristiano.

He comentado en otra ocasión que me tengo por una persona de fe. Creo en un Dios Padre, que me conoce y me quiere personalmente; que está presente en mi vida. Esta fe, va unida a una esperanza en que todo puede ser mejor, en que el Reino de Dios es posible, y yo además, acepto mi parte de responsabilidad ante estas “posibilidades”.

Pero esta esperanza ante los cambios “a mejor”, la he vivido en muchas ocasiones con “tensión”. Si hay algo que ha caracterizado los últimos años de mi vida es la tensión entre mis deseos, lo que quiero hacer, y la realidad de lo que puedo hacer; por tiempo, posibilidad de dedicación o capacidad. Y eso que sé que no me corresponde a mi conocer el momento en que se hará realidad mi sueño. (Hch 1,7)

Tengo facilidad para hacer planes y convencerme de que las cosas son factibles. Aunque después de tener el plan “factible”, ante la imposibilidad de dedicarle tiempo, viene el chafón. Es cierto que con cada esfuerzo las capacidades se estirán, pero por el momento solo puedo seguir presumiendo de mis debilidades (2 Cor 12, 9)

Creo que los últimos meses, la esperanza tranquila ha ganado a esta tensión inquieta, lo cual me permite obsevar los acontencimientos de forma más serena. Recuerdo en parte con sorpresa, en parte con pena, mi ocasional actitud intransigente cuando me desesperaba ante compañeros mí­os que en mi opinión no se entregaban lo suficiente… por suerte para todos, esos dí­as parece que ya han pasado.

Quiero que esa tranquilidad, me permita prestar más atención. No quiero olvidar que me debo a todos. Una de las frases que más me ha impactado ultimamente: “Si no soy capaz de amaros como amo a mi mujer y mis hijos, entonces no estoy respondiendo a lo que Dios me pide” Y ahí­ encuentro la clave, el amor, cómo ser vehí­culo de un amor que haga reales mi fe y mi esperanza.

En mi vida me encuentro construyendo una realidad junto a otros creyentes, buscando en comunidad, en Iglesia. Una construcción desde la fe, que va lenta pero que no debe dejar la esperanza, ya que es multiplicadora de amor.

Si alguien se anima a descargarla, dejo otra canción de Brotes de Olivo, ¡Enví­ame!.

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